viernes, 22 de mayo de 2009

Lo anterior nos lleva a considerar algunos aspectos sobre el Currículo en el contexto de las reformas educativas en Colombia y, a plantearnos algunas aclaraciones, que a continuación se mencionan:

La discusión sobre lo curricular debemos hacerla en el marco de la reflexión entre la “Modernidad” y la “Modernización” para América Latina. Esto se plantea porque es necesario que pensemos en ¿quiénes somos como sujetos, en América Latina? Esta pregunta tiene validez porque resulta que siempre nos hemos mirado con el referente europeo como personas; es decir, no hemos alcanzado eso que ellos alcanzaron. Esta es una visión de dependencia porque siempre estamos utilizando ese referente. Entonces: ¿quién es el sujeto moderno para la modernidad europea? El sujeto de la modernidad europea es el sujeto que planteó Kant: pensar por sí mismo, pensar en el lugar del otro y ser consecuente. Lo que se dice para América Latina es que –supuestamente- nosotros nunca entramos a la Modernidad. Por ello, tiene sentido preguntarnos: ¿qué sujetos nos hemos construido a nosotros mismos en América Latina? Siempre estamos mirando los referentes de Europa y de los EE. UU., pero no nos hemos mirado hacia nuestro interior. Por eso irrumpe la “modernización” en América Latina. La modernización significa la entrada de condiciones materiales y culturales que se introdujeron e impusieron a través del concepto de “desarrollo”.

Las concepciones de desarrollo, históricamente, después de la Segunda Guerra Mundial tienen una historia. Fueron el fundamento de los países más poderosos para iniciar una era nueva de penetración a los países más pobres del planeta, primero a través de la idea de una urgente necesidad de crecimiento económico para luego obtener cambios en las condiciones sociales, culturales y políticas de estos países.

Ahora, deteniéndonos un poco en el concepto de la Modernización, podemos retomar a Mario Díaz, quien dice que la modernización es un proceso creciente de control y desarrollo de las condiciones materiales y culturales de una sociedad. Entonces, nos volvimos modernos; es decir, nos modernizamos porque entraron todos los medios de comunicación, entraron los bienes de consumo, entraron distintos hábitos culturales. Pero, la gran tragedia es que no sabemos quiénes somos nosotros. Por ello, todas las teorías del Desarrollo para América Latina, a partir de la Segunda Guerra Mundial, nos venden la idea según la cual “la educación es el motor de desarrollo”, pero perpetuando la dependencia y no propiciando la autonomía de nuestros pueblos.

La concepción de desarrollo viene aparejada con planteamientos desde la educación, desde la sociología, desde la psicología, desde la antropología. Aquí está incluido el funcionalismo, el conductismo, el pragmatismo y todo el planteamiento curricular que llegó a América Latina.

La racionalidad presente en la teoría curricular de corte tecnicista, está fundamentada en el funcionalismo que a su vez plantea que cada parte del sistema cumple una función. Por lo cual, sí se produce un cambio en la función que desempeña una de las partes del sistema, automáticamente se afectan las funciones de las otras partes. Estos cambios deben estudiarse teniendo en cuenta que la finalidad del sistema es la conservación. Por ello, la teoría funcionalista fue muy útil para plantear la necesidad de la estabilidad. El funcionalismo se define como una teoría de la estabilidad y el cambio, que debe llevar a pensar muy bien qué cambios debemos implementar para que el sistema, en general se mantenga como está. Se trata de una teoría muy claramente organizada para promover en la economía, en la política, en la educación y en la sociedad, distintas acciones que permitan que se mantenga el statu quo; y eso para América Latina se expresó en los “Cuerpos de Paz”, por ejemplo. En la educación, la teoría curricular va muy de la mano con los planteamientos del funcionalismo, que provenían de otras disciplinas. Por ejemplo, en la economía aparece la teoría del Capital Humano.

Ahora bien, desde nosotros como colombianos, desde lo que somos en nuestra diversidad, desde nuestra América Latina, nos preguntamos: ¿cuál es la teoría pedagógica a la cual queremos apostarle? ¿Será una utopía?

Angel Díaz Barriga nos dice: “...El campo del currículo se encuentra en una situación paradójica: por un lado, el enriquecimiento del campo con los aportes de la sociología, pero por otro lado,... su objeto ha dejado de ser el plan de estudios, los programas y los sujetos del aula, para diluirse en todos los procesos educativos. De esa manera, el campo del currículo aparece agigantado; se cree que a partir de él se puede entender a toda la educación. Esta situación lleva, por tanto, a la misma disolución del campo.”

Entonces, al cotejar la concepción más antigua sobre currículo que trata sobre los planes y programas de instrucción, vemos que este fenómeno de advenimiento de lo curricular, corresponde también –pero en distinto momento histórico- a las primeras etapas en Colombia, cuando se hicieron las formulaciones por parte de los equipos de asesores del Ministerio de Educación Nacional, es decir, al inicio del proceso de renovación curricular (1974). En la referencia al currículo como un campo teórico, se considera otra correspondencia en Colombia con la obra de Alberto Martínez B.:”Modernización y currículo en Colombia”3, pero circunscrito a América Latina. Otra correspondencia la encontramos, cuando al mencionarse la generación de un movimiento como un ámbito para estudiar el conjunto de sucesos cotidianos que ocurren en la escuela bajo la denominación del “currículo oculto”, con el destacado trabajo de Myriam Zúñiga denominado “La cultura de la sumisión”, en el cual relata las relaciones estudiante-maestro en el aula de clase. También se destacan en este mismo aspecto, los trabajos de Rodrigo Parra Sandoval y de Francisco Cajiao.

Asimismo, cuando Díaz Barriga, plantea que la otra tendencia es la que considera el currículo como un espacio que articula problemas de construcción de la ciencia, problemas de construcción del conocimiento y formas de transmisión en el aula, se asocia ese enfoque cognoscitivo con el Grupo Federici, es decir, con la producción que ellos hicieron a lo largo de más o menos diez años. Cuando Díaz Barriga, plantea la dimensión político–académica del currículo, se puede considerar en nuestro contexto que el mismo Doctorado en Educación en la publicación de “Itinerantes”, trató de acercarse a otras miradas que buscaban relacionar lo político con lo académico. Por ejemplo, el planteamiento de Joao de Souza, con una visión desde América Latina, sobre qué significó la aplicación, los posibles rediseños y reajustes, y las nuevas prevenciones que se originaron con el currículo. Hasta aquí la mirada en nuestro contexto sobre las implicaciones del currículo. Ahora, frente a la pedagogía crítica, se puede considerar que en Colombia algunos autores se han acercado a estos planteamientos. Entre ellos se puede mencionar a José Muñoz y a Mario Díaz, quienes se asocian como pedagogos críticos, particularmente cuando ellos desarrollaron el planteamiento de las relaciones de poder, muy influidos por el planteamiento de Foucault y Bernstein, respectivamente.